24.12.17

El amor en tiempos de internaciones psiquiátricas

            Ah, el amor. El típico tema de libros, libretos, canciones, poemas, sonetos, conversaciones, quejas, llantos, gritos. La historia que nunca se termina de contar lo que nunca se cierra realmente, las idas y vueltas, los corazones rotos y los despechos melodramáticos. Todo eso nos convoca bastante, más si tenemos en cuenta nuestra identidad latina y nuestra sangre caliente, nuestros ánimos candomberos y nuestras raíces peninsulares del otro lado del gran charco. A mí, en este momento particular de escritura me convoca una grave acidez, pero se ve que no es el mejor momento para sentarme a escribir sobre lo que siento que no tengo (aunque lo tenga por montones y ya veremos por qué). Un Omeprazol y a seguir escribiendo, entonces, porque si no escribo sobreviene el olvido terapéutico y la verdad es que quiero registrar antes de poder olvidar.
            Aprendí un gran toco sobre el amor en Dharma y entendí muchas cosas que no parecían cerrar afuera pero desde adentro, pensadas desde el microclima de extrañamiento y encierro, parecían cobrar un sentido de cuasi epifanía. Uno de los problemas que parece tenemos para entender es que decir amor no es equivalente a Cupido y a 14 de febrero con lluvia de corazoncitos de papel. Tenemos que empezar a acordarnos que bajo el paraguas del amor caen cosas en la volteada que no son solamente amores apasionados de parejas que deshacen el mundo para verse medio microsegundo. Hay amores que sostienen la vida misma que no pasan por ahí. El amor familiar va por esos carriles, y es uno de los más olvidados en cuanto a categoría se refiere. La amistad, otro gran pilar, se olvida. Claro que es más marketinero ver una pareja chapando como si no hubiese mañana que ver dos amigas abrazándose, pero ahí tenemos otro problema y es la historia que nos quieren vender…que no es siempre la que sucede.
            Aprendí cosas como que uno nunca ama de la misma manera dos veces, que parece bastante obvio pero si te lo parás a pensar no lo es tanto y no es ninguna perogrullada. Seguro nos pasa más seguido de lo que pensamos y el problema es, en parte, esto que ya señalé: que nos olvidamos que bajo el paraguas del amor hay amores que no son de pareja y que son amor igual. Y con más huevos.
            No querés nunca a dos personas de la misma forma porque el amor se adapta a su destinatario y adopta dinámicas que le pertenecen por entero. Por ejemplo, no quiero a mis amigas de la misma forma, ni todas mis relaciones de amistad tienen las mismas formas vinculares. El amor, cual sustancia amorfa, va adoptando la forma de quien lo recibe y le copia algunas características: la fuerza, la intensidad, la ansiedad, la virulencia, la flaqueza, la inconsistencia, la fidelidad o no, la voluntad o no, lo posesivo del otro, lo infantil, lo inmaduro, lo que sea.
[…]
            En mi lista de problemas particulares tengo uno bastante complejo, y es que se me da por endiosar a la gente que está conmigo, elevarla en pedestales de mármol y hacerles monumentos por la nada misma. Como si tuviese que agradecer la más mínima atención hacia mi persona. Como si no la mereciera y estuviesen haciendo caridad con una mendiga de lo romántico. Meh.
            Endiosar a la gente que tenés al lado genera varios otros problemas subyacentes empezando por el más obvio, que es generar una desigualdad dentro de una pareja que debería andar más o menos por el mismo nivel para poder entenderse. Crear una distancia simbólica genera distancias que parecen jerárquicas y diferencias que a la larga hieren el vínculo y arman dinámicas de funcionamiento muy poco sanas. Porque a la larga, si a Juancito le decís todo el tiempo que es un dios…Juancito se la va a creer. Y va a querer actuar como tal.
[…]
            Lo que más dolió aprender fue una de las lecciones que más me llevo porque es muy importante, pero descorazonadora hasta el fondo del alma: el amor no lo puede todo, el amor no alcanza.
            Nos vendieron siempre el cuento de hadas que nos decía que el amor puede llevarse puesto cualquier obstáculo que se encuentre por delante y sobrellevarlo exitoso, que no hay nada que no se pueda hacer si hay amor, que lo único que se necesita es el amor. Y no siempre es así. En mi vida no tengo un Dumbledore que defienda la fuerza del amor porque yo misma me puse en ese lugar ciego de querer defender a toda costa las batallas más perdidas de la historia.
            A veces el amor no te alcanza, viejo. A veces la persona está cansada y te ama pero ya no quiere, ya no puede, ya no hace. A veces la persona te ama pero entiende que ya no más. A veces ama a dos personas y vos no la vas con eso. A veces la vida misma te la juega negra y te encontrás sola porque pintó que el destino te juegue una mala pasada (otra lección: las cosas, a veces, simplemente suceden y ya. Las grandes explicaciones guardatelas, porque nadie te las da).
            El amor es lo más imperfecto que hay porque es la mímesis de la imperfección de las personas que lo reciben y lo dan. Si el ser humano es imperfecto entonces su amor es imperfecto a la enésima potencia. Y será hermoso pero duele como el carajo justamente porque es imperfecto y no puede siempre.
            Cuando nos despedimos ese día que fue desgarrador, Sergio también lloraba como un condenado. No era yo sola. A él también se le estaba rompiendo el corazón un poquito, yo lo veía, lo conozco, lo sé. Será buen actor pero no a ese punto, chicos. Lo que no entendía es que él me amaba pero ya no iba a seguir intentándolo, porque para mi sistema de conceptos del momento eso no tenía sentido. Me cuesta empezar a asumir que lo tenga hoy por hoy, pero al menos lo pongo en duda.
            Quiero creer que cuando me dijo que no me iba a olvidar nunca, lo decía en serio. Quiero creer que en el fondo aún me tiene un poco de cariño. Quisiera creer que las cosas son más fáciles pero las cosas no son fáciles nunca y hay que apechugar un montón. Quisiera creer que no soy tan reemplazable y que alguien, algún día, me va a mirar con la fascinación con que se mira un amanecer en la playa, embelesado, con la boca abierta. Quisiera menos sapos y, si no príncipes azules, sí gente con huevos que se la juegue hasta la última gota de sangre.
            ¿Qué se necesita para que el amor pueda? Uf, muchas cosas. En general son cosas que la gente cree que vienen dentro del paquete del amor y yo lo creía así, pero me vengo a enterar a estas alturas que se venden por separado y que si no están, el maldito juguete no camina. Una situación de lujo.
            Se necesitan paciencia, fidelidad, voluntad, estabilidad emocional, inteligencia emocional (no, no son lo mismo), convicción, disponibilidad. Se necesitan tiempo, una fe del carajo y unos huevos del carajo también. Se necesitan ternura, protección y una noción del cuidado del corazón ajeno que no todos tienen. Se necesita lealtad, fidelidad, ganas de pelearla espalda con espalda con la otra persona. Y valor, muchísimo valor.
            Y cuando la cosa pinta negra y todo eso no está, ahí vienen los otros amores que te sostienen. Porque yo estaba ciega pero amor tengo y tengo un montón. Amigas, amigos, maestros, familia, gente de fierro que la pasó horrible mientras tenían el culo en las manos por mi culpa y hoy están de mi lado.
            Hoy estoy en proceso de conocer a la persona más importante en mi vida, que soy yo misma, y todo lo demás que espere un poquito. Yo y yo tenemos que conocernos y querernos antes de dejar pasar a terceros a nuestro nidito de amor. No voy a negociar eso esta vez.
            Pero aún así sé que al próximo sapo de ojitos color miel que se me cruce adelante le voy a sonreír con una sonrisa enorme y boba y mi corazón se va a preparar para presentar batalla como un caballero medieval, con espada, armadura y escudo. A pesar de que la última vez casi me lo tienen que trasplantar porque no daba más de cansado, dolido, y olvidado (no me vengan con que el reemplazo no mata si es peor que la humedad).
            Oh sí sapo número tres (la tercera es la vencida, ponele): te estoy esperando. Te voy a presentar batalla porque estoy lista para la siguiente gran aventura, aunque sea con paciencia. A velocidad tortuga estoy lista, lenta pero segura. Cuando llegues, cuando aparezcas, te voy a estar esperando.

            Y pelearé contra todo hasta que encuentre mi persona que me mire como a un amanecer en la playa, que se fascine, que me acompañe, que no me olvide. Así hasta que llegue un amor que duela menos y fluya más, que sane las cicatrices, que ilumine algunos abismos. Y mientras tanto, mi amor por mí misma y por lo que amo hacer me mantendrá a flote y peleando. Porque ante todo se presenta batalla, ante todo se pelea, ante todo se sigue, se respira y se vive.

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