22.2.15

Tres patitos.

No es la primera vez que salgo llorando de Emme. Pero son dos angustias incomparables, y definitivamente me quedaría con la primera si pudiera elegir. El problema es que no puedo elegir, porque siempre hay alguien eligiendo por mí, decidiendo unilateralmente y cagándose en todo. El problema es que hay cosas que no se eligen y no podés dominar lo que sentís ni por quién.
Intenté no escribir nada, me guardé las frases que me venían a la mente en algún cajón del fondo y quise reprimir las ganas para no hacer esto público (o visible al menos, si no público). Pero ya no aguanto más, necesito vomitar párrafos y párrafos de la misma mierda que vengo intentando soportar. Y sí, a vos te digo: si por alguna razón entraste y te jode lo que leés, andate. Tengo la “libertad” de decir lo que se me cante el forro de los ovarios. Por lo menos concedeme eso, ya que ninguna otra cosa estás dispuesto a soltar si se trata de mí.
Estaba todo bien, o al menos bien dentro de los cánones de este momento de mierda de mi vida, que quiere decir que estaba dopada y sin sentir, por eso más o menos tiraba. Yo no sé qué carajo pasó. En un minuto estaba bailando, y al otro estaba parada en una esquina del patio de Emme, sintiendo que no pegaba con el ambiente de gente enfiestada, que algo no encajaba y ese algo era yo. Empecé a sentir que la gente me ahogaba, que el olor a pucho me envolvía, y que hasta la música era un ataque personal. Se, hasta las letras berretas del reagguetón y la cumbia me hacen llorar, estoy hecha un asco. ¿Ves por qué quiero que te lleves la música? La música me hace mal. Toda la música me hace mal, sea Aqua, el Chaqueño Palavecino o la Sinfónica de Londres. No lo soporto, quiero ensordecer por un tiempo. Tu música es mi música, tus libros son mis libros, tus recuerdos son los míos. Tu fantasma es demasiado corpóreo, casi real. Tan real que lastima, pero no lo suficientemente real como para abrazarme y hacerme feliz.
No es la primera vez que esquivo a mis amigos, que recorro esa cuadra tragándome las lágrimas, que me subo al remís haciendo fuerza para aguantar hasta llegar a casa para seguir llorando. Casi que no puedo. Encima el remisero era muy amable, y yo queriendo sacar una sonrisa falsa de algún lado (si pude hacerlo, agradezco a mis clases de actuación). No, todo eso ya pasó antes.
Pero sí es la primera vez que llego y agarro la computadora a las seis de la mañana para escribir boludeces en un blog que nadie va a leer, que nadie va a ver como una alerta, que nadie va a tomar en cuenta como una luz roja. Sí es la primera vez que busco un encendedor y no lo encuentro, que me conformo con fósforos, que los prendo a escondidas y hago algo que jamás pensé que podría.
Bienvenido a mi pozo de autodestrucción. Bienvenido a mi cabeza, donde tus palabras más crueles y las imágenes más punzantes flotan en un loop que no para jamás y me desespera, porque no me deja un solo segundo de paz. Bienvenido a las náuseas, al saltarse comidas, a las muñecas lastimadas, al odio profundo por mí misma. Hola, bienvenido a mi vida después del cisma que me provocaste (y que en realidad debería llamarse Cisma -vos-, pero no se me canta poner el nombre). Bienvenido a mi dolor, al dolor que querés negar y que a mí me consume entera. Bienvenido, acá siempre sos bienvenido.
Creo que podría salir si alguien me tirara una mano. No es que no las tenga, hay varias personas intentando levantarme desde el fondo. El problema es que no son esas manos las que yo espero, las que necesito…aunque si fuera por las manos que necesito, me pudro en el fondo del pozo por el resto de mi triste existencia. Nah, nadie te salva, nunca: si no podés salvarte sola, es mejor que te acostumbres a la oscuridad y la humedad.
Me miro la muñeca izquierda, manchada de negro y enrojecida por abajo. Ya no puedo llorar, estoy bastante seca de lágrimas, pero sigo pensando las mismas cosas, y son las mismas imágenes las que me llenan de náuseas, de rabia, de impotencia, de humillación, de odio. ¿Qué duele más, por afuera o por adentro? ¿Qué es peor, estar deprimida o saberse muerta? ¿A alguien le importa? ¿Alguien hará el esfuerzo de quererme?
Estoy completamente rota. Nunca me sentí tan frágil, tan inútil, tan innecesaria, tan insignificante y minúscula. Tan fea, tan descartable. Y nadie quiere a las minas rotas…es que somos muy cargosas: lloramos mucho, dormimos demasiado, no queremos hablar, no queremos salir, no nos sale reírnos, estamos enfuladas, y todo, TODO, nos causa dolor.
Pobre Mauro. Creo que no se esperaba una loca de mierda como yo. Más bien, una rota de mierda. Y realmente hasta chaparse a una rota es mucho trámite. Pobre flaco, lo compadezco por haber creído ver a alguien donde sólo había un bollo de dolores tapado con alcohol. Y poca ropa, eso lo tengo que reconocer. Pobre pibe, ojalá no se haya sentido mal por mi culpa. Bah, qué flasho, ni le importó.
Quisiera saber quién me lee, que me digan que están ahí (veo las visitas…), que me tiren un salvavidas en forma de “che, acá estoy si me necesitás” o “no me gusta que estés mal, ¿puedo ayudarte?”. Nah, pido imposibles. Las nuevas modalidades de relacionarse implican nulo compromiso, nulo interés, y una completa indiferencia hacia el equilibrio mental de la gente. O eso me enseñaste vos, de la peor manera…
¿Te acordás que yo tenía tres convicciones? Bueno, capaz te interesa saber (yo sé que no, pero me sirve como truco retórico, al igual que hablarte cuando lo más probable es que no me leas) que las convicciones uno y tres siguen completamente vigentes. La dos me la tiraste de un plumazo, cuando yo creía que mis buenas intenciones todavía tenían alguna clase de valor. Pero bueno, ya podré reemplazarla con algo del estilo que me haga funcionar. Por ahora creo que no importa. Últimamente me importa dormir, y lo demás me parece secundario.
Y mientras espero cosas que sé que no van a pasar (que yo te importe, que alguien me quiera, que algo me salga bien), huelo a quemado y estoy llena de hollín, con el maquillaje corrido por el llanto y la cabeza a mil. Miro la pantalla del celular una y mil veces con una esperanza bastante infantil, para después mirarme la muñeca otra vez y volver a empezar el ciclo.

Bienvenido a mi pozo de autodestrucción. Perdón por el olor a fósforo, pero es un mal necesario que me recuerda que todavía estoy acá…y vos no.

12.2.15

Mil dudas y tres convicciones.

De entre las pocas cosas que sé ahora, sé que anoche soñé que me ibas a ver bailar al teatro. Me había olvidado los vestuarios, el maquillaje, no sabía las coreos ni el orden, pero todo eso era poco importante: yo esperaba entre las bambalinas, feliz, sabiendo que la iba a romper con mi sonrisa más brillante aunque tuviera que salir desnuda, sin maquillar, e improvisar cada paso. Que la iba a romper porque estabas ahí para verme.
Nunca llegué a salir al escenario, porque sonó el despertador para recordarme que hay una realidad, y que en esa realidad hay que laburar. Que en esa realidad no estás, o estás a medias y cuando te pinte la calentura, o cuando no encuentres a otra putita que responda a vos. En esta realidad, vengo a ser tu putita de segunda mano.
Pero ahí no se acaba lo cruel. Lo cruel y lo irónico de la cuestión es que en esta realidad vos nunca me vas a ir a ver bailar otra vez, nunca vas a verme actuar o cantar si algún día pierdo el miedo que le tengo. No porque no vaya a volver a bailar, actuar o cantar (de hecho esas tres cosas cobran sentido ahora más que nunca como lo que me permite descargar el dolor), sino porque no querés – probablemente- sentir la obligación de ir. Ojo, está perfecto y todo, pero realmente una se siente inútil cuando no puede hacer partícipe a la persona más importante de su vida de las actividades más importantes de su vida, porque para esa persona ya no pasa por ahí. Y porque le chupa un huevo ser la persona más importante de tu vida.
¿Me voy a convertir en un pedazo de carne que nada más sirve para un rato, y con el que no se puede hablar o disfrutar otra clase de entretenimientos? ¿Da lo mismo que estudie ingeniería nuclear, comunicación, medicina, o teatro musical, si ya no le vas a dar bola a eso? ¿Qué es lo que importa? ¿Qué es lo que da lo mismo?
Siento que me hundo entre las preguntas y entre tu silencio gélido. No entiendo absolutamente nada de nada de nada: al minuto me decís que estás re bohemio, re liberal, y que las ataduras burguesas de los noviazgos son falsas (???????????) y al otro minuto me abrazás y me decís que puede ser algo tierno. HOLA, MENSAJES CONTRADICTORIOS, SEÑALES CONFUSAS. Houston tenemos un problema, y es que realmente te fumaste de la buena. Al menos si no querés nada, no me abraces como si todavía fueras el viejo vos, no me mires con ternura, ¡no pretendas ser el viejo vos! No lo sos, sos alguien raro que me duele mucho, que puede lastimarme y curarme con cinco minutos de diferencia (porque ese beso no tenía sentimientos pero era todo lo que necesitaba). Siento como si me hubieran robado un perro y me hubieran devuelto otro que sólo sabe morderme, pero que después de hacerlo me menea la cola. Me confundís al límite del llanto, de la exasperación, del ahogo, del sentir que soy la nada misma.
Compré tiempo con el pacto, y entré en un juego peligroso. Camino en la cuerda floja, y sé que me voy a caer y no vas a estar ahí abajo para atajarme, sino que me voy a estampar la dentadura contra el piso. El peligro es tentador pero aterrador al mismo tiempo. Me consumen el miedo, la angustia, y el dolor. Aún así acepto, porque no me resigno a perderte y un ni es mejor que un no cuando lo que sentís es fuerte (aunque no te guste escucharlo, te jodés, yo ayer escuché cosas terribles).
Me largás en la cara las frases más crueles como si fuese natural, pero después me mirás como si todavía hubiese algo. NO LO HAY, dejá de fingir, de mentir, no te importo y está perfecto. Vos sí me importás, qué irónica es la vida. Quiero arrancarme el corazón y dártelo para que te lo comas, así no siento más nada de nada, así queda solo el vacío, un hermoso vacío sin dolor. Quiero callar las voces de mi cabeza y vivir en un silencio sordo, incoloro, impalpable, indoloro, etéreo. No creo haber sentido nunca un dolor tan insidioso.
¿Y qué pasa ahora con la “innegable conexión emocional”? Digo, si la física es la única que te importa, eso no hace que la otra desaparezca (es más, hasta la admitiste…). ¿Ves que me das señales muy confusas? ¿Cómo pretendés que no llore si no me das nada seguro? Corrijo: si no me das NADA.
Yo puse todo lo que soy sobre la mesa, aún en la conciencia de que no es mucho y de que es siempre lo mismo. Acá me quedo aunque sea colgando de un hilo, agarrada de un dedo pero con toda la fuerza que pueda. Si me querés echar, adelante, pero eso no significa que no me quede vagando por las afueras de tu vida esperando que se me abra una puerta, una ventana, una claraboya o incluso una chimenea (jo, jo, jo; sos un Grinch y yo…yo no soy nada). Vos pusiste…pena, lástima, apenas un poco de empatía. Pusiste hasta el asco que te doy disfrazado de falso interés. Qué amable de tu parte…
Me siento rechazada, desplazada, ignorada cruelmente, convertida en una burla de lo que soy porque esa burla es la única que puede tenerte, o algo así. Al parecer mi persona completa no es del agrado de Su Majestad. Aj, desde ayer que quiero vomitar, aunque hace un día completo que no como nada. Capaz lo que quiero vomitar son palabras, sensaciones, odio y dolor. Sobre todo odio y dolor, tengo tanto de ambos que mi cuerpo ya no los soporta.
Mi mundo se reduce ahora a mil dudas y tres convicciones. Las mil dudas me las guardo porque sé que no te vas a dignar a responderlas, y que encima te vas a indignar porque te pongo en el compromiso de darme una respuesta. Porque ahora todo es un compromiso, una incómoda obligación, un problema. Pero bueno, te dejo las tres convicciones, por si te interesa. Tratá por favor de no hacer que me las cuestione como me cuestiono todo lo demás, porque no puedo vivir sin certezas, aunque sean tres y acá van:
Una, el dolor es más real de lo que sos vos, y es la última vez que vas a escucharme/leerme mencionarlo. Pero el dolor es lo único que de verdad me recuerda que esto pasó, que es la verdad, y que no se va a desvanecer cuando me despierte como el escenario de mi sueño y como vos en la platea esperando verme. Es lo que me hace reconocer que esta puta realidad es mi puta realidad y que la puta soy yo.
Dos, ni todo el dolor del mundo va a hacer que me vaya. Te quiero en mi vida y a cualquier costo (ya ves cuán masoquista puedo ser…). Ah, y no pienso darte la oportunidad de anular mi derecho a aceptar a costa de mi sufrimiento. Esa es MI decisión y MI problema, no tuyo. Repito que es la última vez que escuchás/leés sobre mi dolor, y que no necesito que me cuides, más allá de que me encantaría que lo hagas (pero no lo vas a hacer así que olvidá que lo mencioné siquiera). Y te pido que no insistas con que busque otra cosa. No quiero otra persona, otra cosa. Si tengo que ser lastimada, que sea por vos y por nadie más. Las otras heridas serían muy vacías en comparación…
La tercera convicción es la más profunda, pero te dije que no la ibas a escuchar/leer hasta que no quisieras hacerlo. Puede que para vos la palabra sea estúpida, graciosa, ilusa, chiquilina, asquerosa o lo que sea, pero para mí significa mucho y no vas a sacarme eso. No te lo permito. Yo denomino mis sentimientos como se me da la gana. Tengo la “libertad” para eso, ¿no? (¿Te volviste anarquista de repente, que la libertad es ahora tan importante? Pf, voy a reventar de sarcasmo y de vómito). Esta tercera convicción sostiene a las otras dos, les da sentido y motor. No lo voy a decir y me lo guardo, vos sabrás a qué me refiero –sé que lo sabés, y que hasta te repugna-. Eso sí, quizás llegue el momento en que te vomite las palabras en la cara porque no aguante más tenerlas adentro, comiéndome el alma. Y te lo vas a tener que aguantar como yo aguanté palabra tras palabra tuya, aún sabiendo que me moría, que me caía, que me hundía y te odiaba tanto como…bueno, eso.

Hasta el día que reviente no vas a volver a escuchar sobre mis sentimientos, mi rencor o mi dolor. Te prometo ser un silencio con patas, un pedazo de carne que se guarda lo que siente, una mina que se cae en un abismo infinito, pero que te abre las puertas (y otras cosas) con una sonrisa. La puta perfecta, la puta silenciosa, la puta insensible. La perfecta y tonta puta de tus sueños bohemios.

9.2.15

La (no tan dulce) espera.

Mirar el reloj cada cinco minutos, chequear Twitter, Instagram, y la última conexión de Whatsapp (lo más importante). Bufar, esperar, repetir la operación hasta el infinito.
Mis últimos días fueron un constante loop de esa rutina obsesivo-compulsiva. Un remolino de rulos y mal humor casi constante, quejas, llantitos, histerias, bajones, gritos, gruñidos, portazos. Ni yo me aguanto viviendo en este síndrome premenstrual perenne.
Nunca tuve paciencia. Esperar un colectivo que se pasó del horario me saca de quicio, me molesta estar esperando indefinidamente que salga Vientos de Invierno, y si tengo hambre y el delivery tarda abro la cortina cada dos minutos. Y si así soy con cosas bastante nimias, cuando el asunto a esperar es importante me pongo muy pesada. Más si el “asunto” es una persona…y si esa persona me saca una considerable ventaja.
Porque clarísimo está que no estoy en posición de pedir nada, ni de querer negociar términos algo más suaves. O espero o a llorar a la iglesia (y durante mi estadía en España creo haber visitado la cuota de iglesias que me correspondía por los próximos 25 años, por lo que ir a llorar a la iglesia no es una opción viable). Y esperar conlleva stalkear….ahhhh, Facebook, el buchón del siglo, el culpable de que veamos cosas que no queremos ver, de que terminemos con un ataque de celos shakesperiano a las 3:30 am cuando al otro día hay que laburar. Un arma de doble filo muy peligrosa si sos una boba con problemas de autoestima y sin control de los celos desmedidos.
Lo peor es que Facebook ya forma parte de nuestras convenciones sociales, por lo que poner una foto de perfil con alguien ya es todo un mensaje muy claro (es un ejemplo nada más pero, ¿quién dijo que el ejemplo era inocente?). Un mensaje que cada quien decodifica como puede; en mi caso, el resultado de esa decodificación es bastante desagradable y también está en un loop interminable.
Ya dije que odiaba esperar. Ahora agrego que odio competir si llevo las de perder. No es que tenga asegurado que las lleve ahora, pero la Señorita Zanahoria (ah sí, me permití apodarla así por el bienestar de mi aparato psíquico) es todo un misterio con anteojos de hipster y privacidad híper restrictiva en Facebook...por lo que no sé dónde estoy parada. Y si no sé dónde estoy parada ni a qué me enfrento, prefiero evitar la competencia.
El problema es que, quizás, ya haya empezado y yo no me di cuenta.
¿Qué recursos tengo? Pocos. Sacar paciencia de algún lado aunque ya creo que agoté todas mis reservas, tratar de mirarme al espejo y ver que soy linda (a veces lo creo ehh, por inverosímil que resulte), y pensar que quizás yo pueda tener otra clase de ventaja: el profundo conocimiento de causa. 
Lo demás será cuestión de oponer pelos secos teñidos de color zanahoria con rulos castaños, cara de torta contra cara angulosa, la nueva contra la vieja, la desconocida contra la muy conocida. Y esperar que este metro cincuenta y seis de energía, de intento de bailarina y periodista tenga una mínima chance de ganar. Esperar, esperar, esperar.

1.2.15

Severino Di Giovanni

Hace 84 años lo estaban fusilando por el único crimen de querer una sociedad mejor. Por el pecado de pensar diferente y de enfrentarse al poder establecido.
29 años tenía, y tres hijos chiquitos. Amaba a América Scarfó como amaba a la libertad y a la anarquía.
No coincido con su radical visión de la violencia, pero no puedo dejar de decir que su historia es inspiradora, y sus proyectos también.
Así que, en el 84° aniversario de su asesinato por el poder conservador, mi más respetuoso saludo al inspirador de mi recientemente descubierto gusto por el trabajo editorial.
Quizás lea a Eliseo Reclus algún día, entienda tu fascinación y siga lo que empezaste. Quizás si lo hago pueda seguir con tu idea de cambiar al mundo difundiendo grandes autores...con la que sí coincido plenamente.
Gracias...en donde estés, gracias, grande.