Tres grandes pensadores se nos fueron esta semana que pasó, de diferentes tipos pero grandes pensadores al fin: Ernesto Laclau, teórico político argentino; Eliseo Verón, semiólogo argentino padre de la noción de semiosis social; y Gabriel García Márquez, reconocido escritor y periodista colombiano.
¿Tiene sentido abundar en detalles sobre la obra de cada uno? Yo creo que no, y menos en la era de la Internet, donde si estás leyendo esto podés tranquilamente googlearlos y enterarte. Pero sí me parece importante destacar que eran tres intelectuales reconocidos a nivel internacional, y dos de ellos eran argentinos. Esto significa que antes de juzgar que nuestra cultura no vale nada, y que no podemos aportar nada a la vorágine de contenido producido desde las esferas hegemónicas del mundo, deberíamos tratar de conocer cuáles son nuestros "productos de exportación" nacionales y continentales. Si hiciéramos eso, nos encontraríamos con un número muy grande de pensadores y literatos que llevan la cultura argentina y latinoamericana al mundo, y que son muy reconocidos, citados e incluso admirados.
La lección es conocer antes de juzgar. No podemos caer porque sí en el pensamiento apocalíptico de decir que nuestra cultura está en crisis, o ha desaparecido por completo (autores como Liliana Bodoc y Sergio Bizzio lo desmienten, así como la gran cantidad de estudiantes universitarios cuyas investigaciones llegan a círculos de debate internacional). Si no sabemos, es mejor callarnos, porque lo único que contribuye a una crisis de nuestra cultura latinoamericana es nuestro gran talento para decir pelotudeces sin saber.
21.4.14
Llora Macondo, llora América Latina
13.4.14
Acá el que lincha es el capitalismo
La violencia
está, últimamente, a la orden del día en nuestra sociedad. Ni siquiera hace
falta un medio de comunicación masiva para verla: nos basta con salir a la
calle y observar un rato a la gente para percibir que el aire está cargado de
intolerancia, que nuestra sociedad es como una bomba de tiempo. Y a veces las
bombas estallan.
En estas dos
semanas apareció una nueva modalidad de violencia, que en realidad es muy, muy
vieja: los linchamientos. Un acto de barbarie que quiere ser justificado detrás
del hartazgo por la inseguridad, cuando en realidad bajo ese puente corre
bastante más agua.
La bomba estalló
con el caso de David Moreira, linchado por ochenta personas acusado de robar
una cartera, y fallecido tras cuatro días de agonía, y parece no tener fin.
Dentro de los argumentos de los linchadores había robos y abusos; en algunos
casos lincharon gente inocente. ¿Qué nos pasa? Ahora la violencia, y esta forma
particular, se han vuelto habituales, por lo que asumimos que son normales. NO.
Una cosa es que algo sea habitual, que quiere decir que suceda siempre aunque
esté mal, y otra muy diferente es que sea normal, que quiere decir que debe ser
así, que no hay alternativa, y que en algún punto está bien. Pero la violencia
ni debe suceder, ni es la única opción, ni está bien de ninguna manera.
Que quede claro:
yo no justifico ni el delito ni la inseguridad. Sin dudas robar está mal…pero
matar a golpes en proporción de ochenta a uno también. Los linchadores están
hartos y puedo entender la bronca de una persona que ha sufrido demasiado la
inseguridad, pero no puedo justificar la violencia con que responden a la
violencia, porque nos lleva a un círculo vicioso. Una cosa es detener al ladrón
y entregarlo a la policía (más allá de que ésta cumpla o no con su deber) y
otra muy diferente molerlo a golpes hasta abrirle el cráneo. Si sumamos a esto
el hecho de que algunos linchamientos fueron filmados, se agrava la situación.
La “justicia por mano propia” está mal denominada: merece llamarse venganza. Y
no va a llevarnos a ninguna parte más que al desastre.
La venganza
convierte a la víctima en victimario, le hace cargar con la culpa de su acción
negativa, y la pone al mismo nivel que su agresor. Parece haber un doble
estándar altamente polémico: está mal que me arrebaten la vida para robarme
(que está mal, claramente, porque matar siempre está mal) pero que yo arrebate
la vida porque me robaron está bien (que no lo está, porque estoy continuando y
agravando la espiral de violencia).
Todas las vidas valen lo mismo, aunque no se respete la vida ni de
víctimas ni de victimarios. Lo que debería suceder es un correcto proceso
judicial y una condena, pero eso suena como una utopía irrealizable en una
nación cuyo sistema judicial es una burla cruel.
Un fenómeno de
este tenor tiene infinitas causas y es imposible hacer un acabado análisis de
todas. Sin embargo creo pertinente nombrar algunas, y explicar por qué creo que
se encuentran en la raíz del problema.
La inseguridad
sin dudas es una causa de esto: nuestra sociedad ha dejado de sentirse
protegida ante el delito que vive todos los días como algo casi cotidiano. La
inseguridad está siempre de la mano, en nuestro país, del mal funcionamiento
del sistema judicial, y de la incapacidad policial (que aunque hagan bien su
tarea no pueden evitar que la justicia los deje libres). Sin embargo, la
inseguridad es más que eso, y hay otras causas que subyacen debajo de ella que
nos ayudan a comprender esta espiral de violencia creciente.
Fundamentalmente
aparece la pobreza estructural, la que nunca se va, el fantasma que aqueja
siempre a la sociedad. Esta pobreza y las desigualdades sociales que generan
que muchos chicos nazcan en familias humildes, que no tengan para comer, que no
puedan educarse, y que se vean obligados a tomar caminos desfavorables para
ellos y para todos. Una vez más, no justifico el delito, para nada; simplemente
hago notar que, para parafrasear a Científicos del Palo, “cuando uno nace entre
las chapas, la vida viene medio oxidada”.
Y el Estado,
¿qué papel cumple? Sin dudas uno fundamental: el de no estar o no poder
resolver. Un Estado ausente que falla en su función de garantizar un cierto
bienestar social basado en la igualdad,
y que luego no puede controlar las consecuencias de la desigualdad y la
violencia que ésta genera. La inseguridad nace en parte de esa desigualdad. Sin embargo, la ausencia o la incapacidad del
Estado no nos autorizan a tomar en nuestras manos la función de la justicia.
Hace siglos, delegamos ésa y otras funciones en manos del Estado; si decidimos
hacer “justicia por mano propia”, estamos destruyendo aún más al Estado y
retrocediendo varios siglos en la historia.
Nuestra sociedad
sufre la violencia. El tejido social va perdiendo su función solidaria, de
generar lazos, y se convierte en la cuerda del verdugo, en una horca que
asfixia a los más desprotegidos. Los linchamientos muestran una realidad: la
lucha del pobre contra el pobre, o el pobre contra la clase media trabajadora,
mientras algunos pocos disfrutan de las ganancias de la división. Divide y
reinarás. Y quien reina es el sistema perverso que enriquece a pocos, y
empobrece a muchos.
Robar está mal,
y linchar también está mal, sea la persona culpable o no (porque sucede que la
mal llamada “justicia popular” aplica la Ley del Talión sin esperar pruebas
suficientes de la culpabilidad de la persona). La violencia nos asfixia, nos
envuelve, y parece no tener fin. Hemos vuelto a la Edad Media en lo tocante a
la justicia, pero conservamos las características de un sistema
económico-social perverso y desigual nacido en la Edad Moderna.
Si quieren
linchar linchen al sistema, que de linchar gente ya se encarga él.
2.4.14
Malvinas hoy: entre las trabas diplomáticas y los dobles estándares
Aclaración pertinente sobre el texto: fue escrito para ser dicho en el acto de hoy de la Asociación de Veteranos de Guerra de Luján, por lo que algunas formas corresponden más bien a la oralidad, y existen referencias al espacio circundante. Dicho esto, espero que les sea útil el texto, o adecuado, o informativo, o reflexivo, o lo que quieran agregarle. Importa y mucho que lo que es una reflexión salió de adentro...
Mapa de las islas con sus nombres criollos |
Como todos sabemos, el dos de abril es
una fecha clave dentro de la causa Malvinas, en la que podemos poner en relieve
y reflexionar más profundamente sobre ella, aunque tenemos que tenerla presente
todo el año. Y esa reflexión nos lleva a querer saber en qué situación está la
causa Malvinas hoy, a 32 años de la locura cometida por la dictadura militar, a
repensar cuáles son los caminos que estamos transitando hacia la recuperación
de nuestras islas.
A nivel nacional, Malvinas es un caso
muy arraigado en el pueblo, que va más allá de los hechos de 1982: tiene un
antes y un después de esa fecha, y tiene un hoy. Nuestra Constitución y algunas
leyes reconocen a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y sus
espacios marítimos adyacentes como parte indivisible e indiscutible de nuestro
territorio, y ratifican nuestra legítima e imprescriptible soberanía sobre
todas ellas.
A nivel internacional en los últimos
años hemos acompañado las disposiciones legales internas con acciones
diplomáticas continuas en pos de obtener lo que nos corresponde por derecho.
Reclamos ante diferentes órganos de las Naciones Unidas y otros organismos,
reuniones con mandatarios y funcionarios, intentos de mediaciones bilaterales y
demás caracterizan la insistencia argentina. ¿Y con qué nos encontramos
siempre? Con un muro de silencio y desprecio británico. Los ingleses ignoran
toda acción llevada a cabo por vía diplomática: responden de manera evasiva o
con burlas, se niegan a dialogar, violan las disposiciones de los organismos
multilaterales internacionales, roban recursos de las Islas, profanan lugares
solemnes argentinos (por ejemplo el acto de vandalismo que sufrió la Virgen de
Luján en el cementerio de Malvinas), e incluso efectuaron un rearme que incluyó
submarinos nucleares (prohibidos por tratados internacionales multilaterales) y
armas de gran porte destructivo en las cercanías de Malvinas, alegando
“maniobras rutinarias de práctica”.
Las vías diplomáticas parecen trabadas,
tanto en el plano multilateral como en el bilateral, por más voluntad que
nuestro país demuestre. Y sin embargo, no nos hemos quedado sin posibilidades.
A partir de la explotación ilegal de
petróleo y gas que comenzaron empresas británicas en el Atlántico Sur, que
viola nuestros derechos y también disposiciones de las Naciones Unidas,
Argentina se vio obligada a tomar medidas un poco más drásticas. Desde el 2010
hasta la actualidad hemos llevado a cabo un bloqueo económico a nivel
latinoamericano y caribeño que afecta a las Islas. Ante la oferta británica de
que participen empresas argentinas (pero sin que ellos dejen de explotar los
recursos que no les corresponden), el gobierno anunció sanciones económicas
para toda empresa que opere tanto en Argentina como en las Islas, por ser
cómplices del robo inglés. A raíz de este bloqueo es que Gran Bretaña lleva a
cabo su rearme y militarización insular, como si quisieran disuadir al gobierno
argentino de las medidas exhibiendo su poder militar, para poder continuar con
la persecución de sus intereses económicos y estratégicos (en sintonía con la
OTAN, que ve la región como una base potencial).
Varios hermanos latinoamericanos
realizaron también el bloqueo, como Brasil y Uruguay, demostrando que no
estamos solos en esta lucha. Otros apoyos importantísimos en la escena
internacional son el ALBA, la CELAC, la OEA, la UNASUR y el MERCOSUR, la
Internacional Socialista, el G-77, la Unión Africana, Italia, China, Nicaragua,
y muchos otros. Día a día se van sumando más, a medida que se comprenden las
intenciones inglesas.
En el marco del bloqueo y el intercambio
de declaraciones de ambas partes, Argentina presentó un petitorio ante la
Comisión de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, para ampliar su
plataforma continental de las 200 millas habituales a 350, con lo cual la zona
usurpada del Atlántico Sur quedaría protegida oficialmente dentro de nuestra
plataforma. El Reino Unido ha tenido el descaro de presentar el mismo
petitorio. Hasta ahora no hubo respuestas por parte de la Comisión, aunque
tengo esperanzas de que el resultado contemple los derechos argentinos y su
integridad territorial, pudiendo ser un avance importantísimo en esta cuestión.
Ante tanta insistencia y presión del
grupo latinoamericano, Gran Bretaña impulsó la realización de un referéndum
entre los habitantes de Malvinas para escuchar “el derecho de libre
determinación de los pueblos”. Como era obvio, el resultado fue en un 98,8% por
el sí. ¿Por qué digo que el resultado era obvio? Porque, fundamentalmente, la
población que habita nuestras Islas fue conformada artificialmente, es decir,
que las primeras generaciones fueron súbditos ingleses que vinieron a vivir
allí; fueron ingleses toda su vida, y les inculcaron a sus hijos y nietos que
ellos también lo eran. La votación pierde validez en este marco; es como si
vinieran a preguntarnos a todos nosotros si queremos ser argentinos. Yo
respondería que lo fui toda mi vida y quiero seguir siéndolo siempre…
Para nuestro país y en términos legales,
al ser esos territorios nuestros, sus habitantes son ciudadanos argentinos de
pleno derecho, derechos que son y serán reconocidos por nosotros (lo que una
vez más demuestra nuestra buena voluntad al lado de la indiferencia inglesa).
Sin embargo, el mundo se maneja últimamente con un doble estándar en esta
cuestión: el referéndum de Malvinas les pareció excelente, pero el referéndum
por la anexión de Crimea (que es una situación muy similar que ha explotado en
estas semanas) fue un escándalo. Si a Ucrania se le reconoce su integridad
territorial, entonces a Argentina debería también reconocérsele la suya. Las
Islas son argentinas, y ningún súbdito inglés podrá convencernos de lo
contrario, aunque esgrima un referéndum como argumento.
En resumen, la situación que se plantea
hoy es compleja, pero no imposible. Seguiremos defendiendo nuestra causa por la
vía diplomática y por la vía económica, contando con el apoyo de países que
repudian el colonialismo imperial británico, inconcebible en pleno siglo XXI;
entre esos países se cuentan nuestros hermanos latinoamericanos, con la firme
convicción de que una integración regional profunda es una herramienta para
salir adelante. Si las Naciones Unidas no pueden hacer más que recomendar el
diálogo (puesto que Inglaterra veta el tratamiento del tema en el Consejo de
Seguridad), buscaremos otros organismos alternativos para extender nuestro reclamo.
¿Podemos hacer algo nosotros, ciudadanos
comunes, estudiantes, trabajadores, mamás, papás? Sí, podemos. Malvinas es una
cuestión de soberanía nacional, y la soberanía se construye con esfuerzo, entre
todos, todos los días, porque es el derecho que tenemos de elegir nuestros
gobernantes, nuestras leyes, y de que se respete nuestro territorio en toda su
extensión. Entonces, podemos ser soberanos si votamos con consciencia, si
conocemos y respetamos las leyes, si debatimos, si respetamos y cuidamos nuestro
territorio. Pero también podemos ser soberanos en pos de una mejor sociedad: si
nos respetamos, si aceptamos la pluralidad de opiniones en una democracia, si
somos solidarios entre nosotros y fomentamos la fraternidad en lugar de la
violencia. Amemos nuestro país y seremos soberanos.
Y para terminar los invito a que miren
atrás mío, al mural que con tanto esfuerzo hicieron los ex combatientes. Sería fácil ponerle dos fechas a ese mural: la fecha en que tomaron las islas, y la fecha en que
un dictador cometió una irracionalidad. Yo tengo la esperanza de que vamos a
poder agregar una tercera fecha algún día: la fecha en que recuperemos nuestras
Islas, por la vía de la paz, porque con violencia no ganamos nada sino destruir
familias y hacer que la gente sufra. Y ese día va a ser una verdadera fiesta de
la patria y la soberanía argentinas. Honremos a nuestros caídos, y amemos a
nuestro país. ¡Viva la patria!
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